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Draco L. Malfoy
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Draco L. Malfoy
Draco Lucius Malfoy
{foto: no más de 500x300}
Datos Personales
Nombre(s): Draco Lucius
Apellido(s): Malfoy Black
Edad 38 años
Nacionalidad: Británica
Linaje: Sangre Pura
Orientación Sexual: Heterosexial
Estado Civil: Casado
El Pensadero
Casa de Hogwarts: Ex- Slytherin
Habilidades/Poderes:
Historia
¿Cómo olvidar aquella conversación de su padre, escuchada detrás de la puerta de su despacho?. ¿Cómo poder describir la mirada de inocente curiosidad e importancia que intercambié con mi amigo, Theodore Nott?. Ambos nisiquiera pásabamos del metro del altura, y nos dábamos aires de importancia como si realmente supiéramos lo que iba a ser nuestras vidas.
Fue esa misma escucha la que me hizo prestar, quizás excesiva, atención a las enseñanzas de mi padre: modales, modo de vestir, el modo correcto de hablar, de pensar, de ¿creer? Sí, también.
Me enseñó la larga fila de ascendentes en la familia todos amontonados en un árbol genealógico que ocupaba todo un tapiz de la biblioteca familiar. De ahí no sólo aprendí que descendía de la familia Black, sino también de la Malfoy. Su linaje no se había deteriodado con el tiempo, salvo por una única excepción su prima Nymphadora a quien jamás nombrábamos, y era de suma importancia que siguiera así. Yo en ese momento, estaba seguro de que no quería que el honor familiar se perdiera, que su linaje se mezclara, o que el orgullo sea pisoteado. Claro que no.
Bajo el peso de dos familias como las que llevaba en mis dos apellidos, orgullosamente portados, aprendí durante mis primeros años a ser el perfecto heredero de la familia. Escuchaba incomprensiblemente a mi madre llorando mientras le gritaba a mi padre que me dejase en paz, y éste le respondía con palabras como "el lord" "cállate" y "orgullo". Si bien nunca me atreví a preguntar en voz alta, sí lo hacía mentalmente cada vez que escuchaba sus frecuentes griteríos. Sólo lo comprendí a mis dieciséis años, ya muy tarde... cuando estaba metido en el asunto y no podía escapar.
Así transcurrió mi fría infancia: mi padre jamás me dio siquiera algo semejante a una sonrisa, a un abrazo... nada. Yo no conocía el cariño, salvo por mi madre, mi sostén durante todos esos años. Ella era la que venía a consolarme cuando fallaba, que lo hacía seguido gracias a la impaciencia de Lucius, o a sonreírme tan solo por las noches, antes de dormir.
Llegó mi décimo primer cumpleaños junto a una carta del colegio Hogwarts de Magía y Hechicería. Emocionado como estaba de poder ir a ese colegio, solo mi madre transmitió mis deseos a través de sus palabras, argumentando que yo iría a Hogwarts y no a Durstrang como Lucius quería. Una vez que el viejo cascarrabias se hubo ido, sonreí ampliamente a Narcissa dándole un fuerte abrazo.
Los siete años del colegio fueron extrañamente aburridos y sin sentido alguno. Solo molestar a San Potter me sacaba un poco de la rutina diaria en la que vivía, aprendiendo además de las clases, inútiles, pero clases al fin, del colegio, libros enteros sobre magía avanzada que mi padre me enviaba por lechuza.
El sexto curso fue demasiado desgradable para contarlo, y ¿cómo mencionar siquiera el último año?. Caí completamente derrotado, temiendo por mi vida, sentimiento al cual nunca antes había temido y que me hizo actuar de una forma completamente discutible y vergonzosa. Hasta yo lo admito cada vez que me recuesto en mi cama al lado de Astoria, luego de sonreírle de medio lado y abrazarla para que se duerma.
Pero si hubo algo que jamás creí poder hallar en esa inútil guerra a la que me veía arrastrado, era el amor. Sentimiento absurdo, despreciado por mí desde la infancia; que te hacía débil y estúpido, manejable ante otros...una actitud totalmente descartada para un Malfoy como él. Y sin embargo ahí estaba el heredero único de Narcissa y Lucius Malfoy: abrazando en la mitad de la escalera de caracol a una joven castaña que lloraba entre sus brazos y le reclamaba por no haberse escapado.
¿Y quién mas podía ser que Astoria Elise Greengrass?.
Me bastó una experiencia como la vivida en mi último curso del colegio, para saber lo que en realidad quería. Me vi vestido de blanco, esperando a quien sería mi esposa hasta la fecha actual, para luego llevarla entre mis brazos a bailar, y a regañadientes, con otros. No puedo decir que no me divertí viendo bailar a Lucius con Astoria, el muy anciano ya no podía dar dos pasos seguidos de baile lo cual lo hacía verse totalmente ridículo frente a todos.
¿Cómo describir...o al menos intentarlo, esa alegría que te toma sorpresivamente de rehén y no te dá una posibilidad de salida?. Porque aunque mi rostro seguía perfectamente inmutado, en realidad mi mente me pedía dejarme llevar. Los pocos segundos que tardé en asimilar la idea, fueron utilizados por mi esposo para dar dos zancadas y abrazarme en medio de todo un sorprendido Cuartel de Aurors. ¿Y quién se iba a imaginar que yo no iba a ser padre de un hijo, sino de dos?. La noticia del embarazo de Astoria corrió por todo el Ministerio de Magía, tomando las mas absurdas y frustrantes formas posibles: desde burlas de mis compañeros de trabajo haciendo estupideces mientras mecían un bebé imaginario, hasta otros como seguramente esa comadreja amiga de San Potter, que me dejaban chupetes en el escritorio.
Claro que nisiquiera esa noticia le impidió a mi Jefe {está bien, he hecho muchas cosas estúpidas en mi vida, cometí muchos errores y lo estoy asimilando... pero ¿por qué Merlín me castiga tan cruelmente al ponerme a Potter de Jefe?} enviarme en una misión "especial" como él solía llamar a aquellas que él mismo no quería hacer, a la casa de los Black poniendo como fundamento que yo descendía de esa familia.
Esa era la excusa mas incoherente que había escuchado en mi vida.
Caminando a paso lento para retrasar la llegada, me aparecí frente a la casa de la familia de mi madre. Siquiera pensar en ella dejaba entrever un atisbo de tristeza en mi rostro pues desde pequeño ella había sido mi apoyo y ahora estaba sufriendo por alguien tan despreciable como su padre. Su modelo a seguir durante muchos años, cayó junto con sus compañeros mortífagos en la última guerra mágica. Su último deseo incumplido por supuesto, había sido que yo declarara frente al Wizengamot a su favor. Nisiquiera me planteé hacerlo, antes de darle un no rotundo.
Abriendo lentamente el picaporte de la puerta, entré en ese lugar oscuro y asquerosamente húmedo. Tanteé mi varita en el bolsillo para intentar ver algo en aquél lugar. No me molesté en cuidarme, pues sabía de antemano que ahí no iba a haber mortífagos.
Me paseé a mis anchas por la casa, intentando grabar en mi mente la que había sido alguna vez, el hogar de mi madre. Apenas me atreví a entrar al cuarto de mi tía Bellatrix, temeroso quizás de que ella reviviera y me arrastrara. Miedo estúpido, lo sé pero luego de lo que yo he vivido ¿Quién se cree capaz de culparme?.
Pero mis pies dejaron de responderme cuando llegué al cuarto donde estaba el viejo tapiz de los Black. Allí estaban dibujados mediante magía los rostros de cada integrante de la familia, incluyendome a mí y a mis dos próximos hijos. Me acerqué cuidosamente a éste, notando sin querer que al lado del rostro de mi padre decía la fecha actual. Enarqué una ceja mirándolo un poco asustado ¿Su padre había fallecido?. Preciosa forma de enterarse.
Salí de allí a paso acelerado, argumentando atropelladamente aun por la sorpresa que no había mortífagos, cosa que ya sabía y que el lugar estaba intacto.
Dirigiéndome entonces directamente a mi mansión, busqué casi con desesperación la réplica del tápiz en la biblioteca de la casa, descubriendo que ya la fecha se había desvanecido.
Los meses siguieron unos a otros, hasta llegado el momento en el que recuerdas por qué tu esposa estaba tan gorda y tan quejosa; ah sí, el momento del parto de mis dos primeros hijos.
El destino estaba confulando en mi contra, teniéndo especial empeño en molestarme a mí: misiones fallidas, pistas falsas, Potter gritando, peleas en medio del Ministerio, mas pistas falsas. Pero de cierta forma había logrado burlarle: la felicidad regresaba a mí en forma de dos pequeños bultos pequeños que se retorcían en sus brazos. Allí estaban, por fin, sus hijos: Scorpius Hyperion y Leanne Marcella, hermanos mellizos. Sonrió por primera vez en mucho tiempo, sonrió realmente; su pequeña hija lloraba en sus brazos mientras lanzaba sus pequeños bracitos de un lado para el otro, como si no quisieran que la tocaran. Le bastó que ella le tocase la mano abierta frente a la suya, para calmarse y dejar que los Sanadores la revisaran.
Los años les vinieron muy bien a sus hijos tanto como a él, riéndose divertido al ver cómo los mellizos desfilaban por los pasillos del Ministerio como pequeños modelos, aunque apenas superaran el metro de altura. Dos años mas tarde era el turno de Edward tener una madre que lo sobreprotegiera cuando yo no estaba. Y tan solo cuatro, para que llegue el menor de todos mis hijos, Orion.
Sin embargo no todo era felicidad en mi vida, como ya tan acostumbrado estaba. Astoria se había enterado que durante una de nuestras frecuentes peleas, yo me había marchado con otra mujer. Y voy a decir "ido con otra mujer" por una sola razón: ya no soportaba a Astoria criticándome por hacer el trabajo sucio de San Potter y compañía, como si necesitara que me lo refregaran en la cara para burlarse aun mas de mí.
A partir de ahi comenzó una serie de eventos en los que consideré seriamente el asesinar a sangre fría a todos los Aurores: el secuestro de mi única hija niña en una larga descendencia de puros hombres y el ataque de una mantícora a mi primer hijo.
Desde ese momento nunca mas me atreví a dejarlos solos, siendo yo mismo muchas veces quien los acompañaba por mas quejas que escuchara de ellos.
El orgullo floreció nuevamente cuando en sus respectivos años, supe que tres de mis cuatro hijos habían ido a Slytherin, estando mi hija en Ravenclaw. No me molestó en absoluto esa elección del Sombrero, aunque podría admitir sí que al principio, solo un poco.
¡Riddikulus!
Hobbies:
La lectura en su despacho
Los autos muggles, aun no entiende del todo cómo funciona y es lo tiene fascinado
Miedos:
A perder a su familia
Manías:
Es de torcer los labios cuando algo no le agrada
Se acomoda mucho el pelo, lo tuvo siempre pero ahora se lo ha tomado otra vez.
{foto: no más de 500x300}
Datos Personales
Nombre(s): Draco Lucius
Apellido(s): Malfoy Black
Edad 38 años
Nacionalidad: Británica
Linaje: Sangre Pura
Orientación Sexual: Heterosexial
Estado Civil: Casado
El Pensadero
Casa de Hogwarts: Ex- Slytherin
Historia
¿Cómo olvidar aquella conversación de su padre, escuchada detrás de la puerta de su despacho?. ¿Cómo poder describir la mirada de inocente curiosidad e importancia que intercambié con mi amigo, Theodore Nott?. Ambos nisiquiera pásabamos del metro del altura, y nos dábamos aires de importancia como si realmente supiéramos lo que iba a ser nuestras vidas.
Fue esa misma escucha la que me hizo prestar, quizás excesiva, atención a las enseñanzas de mi padre: modales, modo de vestir, el modo correcto de hablar, de pensar, de ¿creer? Sí, también.
Me enseñó la larga fila de ascendentes en la familia todos amontonados en un árbol genealógico que ocupaba todo un tapiz de la biblioteca familiar. De ahí no sólo aprendí que descendía de la familia Black, sino también de la Malfoy. Su linaje no se había deteriodado con el tiempo, salvo por una única excepción su prima Nymphadora a quien jamás nombrábamos, y era de suma importancia que siguiera así. Yo en ese momento, estaba seguro de que no quería que el honor familiar se perdiera, que su linaje se mezclara, o que el orgullo sea pisoteado. Claro que no.
Bajo el peso de dos familias como las que llevaba en mis dos apellidos, orgullosamente portados, aprendí durante mis primeros años a ser el perfecto heredero de la familia. Escuchaba incomprensiblemente a mi madre llorando mientras le gritaba a mi padre que me dejase en paz, y éste le respondía con palabras como "el lord" "cállate" y "orgullo". Si bien nunca me atreví a preguntar en voz alta, sí lo hacía mentalmente cada vez que escuchaba sus frecuentes griteríos. Sólo lo comprendí a mis dieciséis años, ya muy tarde... cuando estaba metido en el asunto y no podía escapar.
Así transcurrió mi fría infancia: mi padre jamás me dio siquiera algo semejante a una sonrisa, a un abrazo... nada. Yo no conocía el cariño, salvo por mi madre, mi sostén durante todos esos años. Ella era la que venía a consolarme cuando fallaba, que lo hacía seguido gracias a la impaciencia de Lucius, o a sonreírme tan solo por las noches, antes de dormir.
Llegó mi décimo primer cumpleaños junto a una carta del colegio Hogwarts de Magía y Hechicería. Emocionado como estaba de poder ir a ese colegio, solo mi madre transmitió mis deseos a través de sus palabras, argumentando que yo iría a Hogwarts y no a Durstrang como Lucius quería. Una vez que el viejo cascarrabias se hubo ido, sonreí ampliamente a Narcissa dándole un fuerte abrazo.
Los siete años del colegio fueron extrañamente aburridos y sin sentido alguno. Solo molestar a San Potter me sacaba un poco de la rutina diaria en la que vivía, aprendiendo además de las clases, inútiles, pero clases al fin, del colegio, libros enteros sobre magía avanzada que mi padre me enviaba por lechuza.
El sexto curso fue demasiado desgradable para contarlo, y ¿cómo mencionar siquiera el último año?. Caí completamente derrotado, temiendo por mi vida, sentimiento al cual nunca antes había temido y que me hizo actuar de una forma completamente discutible y vergonzosa. Hasta yo lo admito cada vez que me recuesto en mi cama al lado de Astoria, luego de sonreírle de medio lado y abrazarla para que se duerma.
Pero si hubo algo que jamás creí poder hallar en esa inútil guerra a la que me veía arrastrado, era el amor. Sentimiento absurdo, despreciado por mí desde la infancia; que te hacía débil y estúpido, manejable ante otros...una actitud totalmente descartada para un Malfoy como él. Y sin embargo ahí estaba el heredero único de Narcissa y Lucius Malfoy: abrazando en la mitad de la escalera de caracol a una joven castaña que lloraba entre sus brazos y le reclamaba por no haberse escapado.
¿Y quién mas podía ser que Astoria Elise Greengrass?.
Me bastó una experiencia como la vivida en mi último curso del colegio, para saber lo que en realidad quería. Me vi vestido de blanco, esperando a quien sería mi esposa hasta la fecha actual, para luego llevarla entre mis brazos a bailar, y a regañadientes, con otros. No puedo decir que no me divertí viendo bailar a Lucius con Astoria, el muy anciano ya no podía dar dos pasos seguidos de baile lo cual lo hacía verse totalmente ridículo frente a todos.
¿Cómo describir...o al menos intentarlo, esa alegría que te toma sorpresivamente de rehén y no te dá una posibilidad de salida?. Porque aunque mi rostro seguía perfectamente inmutado, en realidad mi mente me pedía dejarme llevar. Los pocos segundos que tardé en asimilar la idea, fueron utilizados por mi esposo para dar dos zancadas y abrazarme en medio de todo un sorprendido Cuartel de Aurors. ¿Y quién se iba a imaginar que yo no iba a ser padre de un hijo, sino de dos?. La noticia del embarazo de Astoria corrió por todo el Ministerio de Magía, tomando las mas absurdas y frustrantes formas posibles: desde burlas de mis compañeros de trabajo haciendo estupideces mientras mecían un bebé imaginario, hasta otros como seguramente esa comadreja amiga de San Potter, que me dejaban chupetes en el escritorio.
Claro que nisiquiera esa noticia le impidió a mi Jefe {está bien, he hecho muchas cosas estúpidas en mi vida, cometí muchos errores y lo estoy asimilando... pero ¿por qué Merlín me castiga tan cruelmente al ponerme a Potter de Jefe?} enviarme en una misión "especial" como él solía llamar a aquellas que él mismo no quería hacer, a la casa de los Black poniendo como fundamento que yo descendía de esa familia.
Esa era la excusa mas incoherente que había escuchado en mi vida.
Caminando a paso lento para retrasar la llegada, me aparecí frente a la casa de la familia de mi madre. Siquiera pensar en ella dejaba entrever un atisbo de tristeza en mi rostro pues desde pequeño ella había sido mi apoyo y ahora estaba sufriendo por alguien tan despreciable como su padre. Su modelo a seguir durante muchos años, cayó junto con sus compañeros mortífagos en la última guerra mágica. Su último deseo incumplido por supuesto, había sido que yo declarara frente al Wizengamot a su favor. Nisiquiera me planteé hacerlo, antes de darle un no rotundo.
Abriendo lentamente el picaporte de la puerta, entré en ese lugar oscuro y asquerosamente húmedo. Tanteé mi varita en el bolsillo para intentar ver algo en aquél lugar. No me molesté en cuidarme, pues sabía de antemano que ahí no iba a haber mortífagos.
Me paseé a mis anchas por la casa, intentando grabar en mi mente la que había sido alguna vez, el hogar de mi madre. Apenas me atreví a entrar al cuarto de mi tía Bellatrix, temeroso quizás de que ella reviviera y me arrastrara. Miedo estúpido, lo sé pero luego de lo que yo he vivido ¿Quién se cree capaz de culparme?.
Pero mis pies dejaron de responderme cuando llegué al cuarto donde estaba el viejo tapiz de los Black. Allí estaban dibujados mediante magía los rostros de cada integrante de la familia, incluyendome a mí y a mis dos próximos hijos. Me acerqué cuidosamente a éste, notando sin querer que al lado del rostro de mi padre decía la fecha actual. Enarqué una ceja mirándolo un poco asustado ¿Su padre había fallecido?. Preciosa forma de enterarse.
Salí de allí a paso acelerado, argumentando atropelladamente aun por la sorpresa que no había mortífagos, cosa que ya sabía y que el lugar estaba intacto.
Dirigiéndome entonces directamente a mi mansión, busqué casi con desesperación la réplica del tápiz en la biblioteca de la casa, descubriendo que ya la fecha se había desvanecido.
Los meses siguieron unos a otros, hasta llegado el momento en el que recuerdas por qué tu esposa estaba tan gorda y tan quejosa; ah sí, el momento del parto de mis dos primeros hijos.
El destino estaba confulando en mi contra, teniéndo especial empeño en molestarme a mí: misiones fallidas, pistas falsas, Potter gritando, peleas en medio del Ministerio, mas pistas falsas. Pero de cierta forma había logrado burlarle: la felicidad regresaba a mí en forma de dos pequeños bultos pequeños que se retorcían en sus brazos. Allí estaban, por fin, sus hijos: Scorpius Hyperion y Leanne Marcella, hermanos mellizos. Sonrió por primera vez en mucho tiempo, sonrió realmente; su pequeña hija lloraba en sus brazos mientras lanzaba sus pequeños bracitos de un lado para el otro, como si no quisieran que la tocaran. Le bastó que ella le tocase la mano abierta frente a la suya, para calmarse y dejar que los Sanadores la revisaran.
Los años les vinieron muy bien a sus hijos tanto como a él, riéndose divertido al ver cómo los mellizos desfilaban por los pasillos del Ministerio como pequeños modelos, aunque apenas superaran el metro de altura. Dos años mas tarde era el turno de Edward tener una madre que lo sobreprotegiera cuando yo no estaba. Y tan solo cuatro, para que llegue el menor de todos mis hijos, Orion.
Sin embargo no todo era felicidad en mi vida, como ya tan acostumbrado estaba. Astoria se había enterado que durante una de nuestras frecuentes peleas, yo me había marchado con otra mujer. Y voy a decir "ido con otra mujer" por una sola razón: ya no soportaba a Astoria criticándome por hacer el trabajo sucio de San Potter y compañía, como si necesitara que me lo refregaran en la cara para burlarse aun mas de mí.
A partir de ahi comenzó una serie de eventos en los que consideré seriamente el asesinar a sangre fría a todos los Aurores: el secuestro de mi única hija niña en una larga descendencia de puros hombres y el ataque de una mantícora a mi primer hijo.
Desde ese momento nunca mas me atreví a dejarlos solos, siendo yo mismo muchas veces quien los acompañaba por mas quejas que escuchara de ellos.
El orgullo floreció nuevamente cuando en sus respectivos años, supe que tres de mis cuatro hijos habían ido a Slytherin, estando mi hija en Ravenclaw. No me molestó en absoluto esa elección del Sombrero, aunque podría admitir sí que al principio, solo un poco.
¡Riddikulus!
Hobbies:
La lectura en su despacho
Los autos muggles, aun no entiende del todo cómo funciona y es lo tiene fascinado
Miedos:
A perder a su familia
Manías:
Es de torcer los labios cuando algo no le agrada
Se acomoda mucho el pelo, lo tuvo siempre pero ahora se lo ha tomado otra vez.
Draco L. Malfoy- Nombre Completo : Draco Lucius Malfoy
Edad : 38
Estatus de Sangre : Sangre Pura
Ollivanders {varita} : ---
Orientación Sexual : Heterosexual
Estado Civil : Casado e.e
Grupo : Orden del Fénix
Mensajes : 3
Fecha de inscripción : 01/02/2011
Re: Draco L. Malfoy
xDDDD
Ficha cerrada. Bienvenido
Ficha cerrada. Bienvenido
Scorpius Malfoy- Nombre Completo : Scorpius Hyperion Malfoy Greengrass
Apodo(s): : Scor (solo amigos), Scorpie Doo (Lee), Malfoy (el resto del colegio), Hyper-oso (madre e.e xD)
Raza : Human@
Edad : 16
Estatus de Sangre : Sangre Pura
Ollivanders {varita} : 32 cm de madera de algarrobo y núcleo de pluma de fénix
Orientación Sexual : Heterosexual
Estado Civil : Soltero ¿quieres tener la suerte?
Grupo : Nuevos Mortífagos
Mensajes : 166
Fecha de inscripción : 04/01/2011
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