"Tendrías que ser un poco más cuidadosa con tu mascota" murmuró una voz en mi cabeza, que sinceramente siempre me había preguntado si era yo o alguien que estaba en el interior. -Callate-. Susurré sin más mientras mi mirada paseaba por todos y cada uno de los lugares del castillo, buscando a mi gato. ¿Dónde demonios se había metido? Siempre me hacía aquello, desaparecía y volvía a aparecer cuando no lo buscaba, pero en aquel momento le necesitaba, pues mi padre iba a venir a buscarle para llevarle al veterinario.
"En serio, deberías dejarle que se fuese con papá a casa en lugar de tenerlo en el castillo" volvió a decir la voz de mi cabeza, ante lo cual fruncí el ceño nuevamente -¡Qué te calles!-. Susurré de nuevo, un poco más alto de lo normal. Sin darme cuenta, al estar buscandolo aula por aula y fingiendo no escuchar voces en mi cabeza, choqué contra alguien y claramente había sido mi culpa, pero al ver de quien se trataba simplemente fingí no tenerla. -¿Qué demonios haces ahí parado? ¿No ves que la gente podría chocar contigo?-. Estaba cabreada, muy cabreada, y él era la diana de mi enfado. Continué caminando, sin encontrar al dichoso gato, por lo que acabé sentándome en un banco cercano, con cara de cabreo y unas enormes ganas de matar a alguien.